miércoles, 10 de septiembre de 2014

No, no.



Esos que me miran no sé quiénes son. Esos que me observan, que me repudian, que me asustan, que me cansan; no sé quién soy. Tengo miedo, mucho miedo, y es muy difícil mantenerse así erguido, mirando al frente, preparado para el acto.

No sé de dónde vienen estas ideas, qué cerebro enfermo poseo para que me hagan tanto daño, y que si tirarme desde el undécimo piso de la facultad sería una solución. Y si un cinturón, y si las pastillas (las pastillas que no llegaron a funcionar;.cuántas hay que tomar, qué dosis es la irreparable).

Pero yo no quiero morirme así, yo, en el fondo, deseo vivir, deseo que la vida brille y yo ser un cometa que se introduzca por las faldas como un aguijón envenenado.

Antes de ayer gané mil euros, ¿para qué? Para nada, para tirarlos por la borda en cursos obsoletos y en ilusiones vanas.

Madre mía, qué mal escribo, me doy asco, me da asco esta cabeza y estos sinsabores que se repiten día a día.

Pero quizás no quiera morirme. Todavía.

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