jueves, 22 de abril de 2010

Dublín 2.0


Hola, qué tal estás, me gustaría matarte y luego arrancarme la piel de los brazos con las uñas.

Recuerdo cuando me decías que esto no era así, recuerdo que me sonreías, que bailabas al son de una tonadilla de indie-pop, eres una prostituta, ya nunca más te besaré, ya nunca más, eres una cerda y tú también. Esto no es poesía de la experiencia.

Yo caminaba con andares dubitativos, siempre he caminado así, como si el pie no fuera algo seguro, no sé. No me gusta esto. Me prometiste que no pasaba nada. Me lo pusiste en un papel. Lo subrayaste con un rotulador rojo, de punta fina. No te dabas cuenta de que yo estaba llorando. No te dabas cuenta, porque nunca te dabas cuenta de nada. Lloré cuando tú no estabas. Me miré al espejo y vi que nada funcionaba y las lágrimas se deslizaban por ambas mejillas. Me sequé con la manga de la chaqueta y bajé a la calle a pasaear solo por la ciudad. Una ciudad desconocida, donde nadie hablaba mi idioma. Cogía autobuses a ninguna parte para no volver pronto a casa y me metía en los McDonalds que eran baratos y allí me sentaba en una silla y me quedaba quieto durante horas, intentanto no pensar. Cuando iban a echar el cierre me iba a otro sitio, y así siempre. Pero tú no te dabas cuenta. Porque nunca te dabas cuenta de nada y nunca te la darás.

martes, 20 de abril de 2010

Paisaje piloto

Existieron aquí unos árboles de estructura poliédrica que fueron comprados por los negociantes de la zona. Eran árboles pequeños eso sí, no se vaya usted a creer. No sé cuando fueron trasplantados o si realmente los quitaron de enmedio. No lo sé. Lo que sé es que todo esto ha cambiado mucho desde entonces; sí, es muy joven, usted sólo conoce esto ahora, era muy diferente entonces, muy diferente.



Ahora todo esto que ve como trabado, desordenado y sin planificación es producto de aquellos días, del estado mental en que fue creado. Carreteras que se detienen abruptamente, sin asfaltar en algunos tramos, o de tres direcciones o caminos elípticos que no tienen fin y que confluyen en un punto interno minúsculo y todo así. Largos arenales de arena como parda y de grano grande son lo que unifican estos territorios, lo que les da una continuidad. La gran mayoría es arena, eso sí lo debe saber usted.



Acompáñeme por aquí y le enseñaré algo curioso; sí, venga por aquí, ve esa intersección, sí, donde confluyen esas dos rectas, allí antes hubo una pared y un techo, ahora solo han quedado dos líneas que forman esa esquina. Si se fija bien verá un recoveco, allí en la esquina a la derecha. Métase por ahí. Sí, sí, por ahí. Por donde se junta el suelo con la pared. Sí, está un poco sucio y han crecido algunas hierbecillas a causa del abandono. Sí, por ahí. Métase, verá que bien. Todo volverá a ser como usted recordaba esto, o como usted desea recordarlo o como usted desea que hubiese sido o como usted desea que fue, sea o será en un futuro.



Sí, adivino en su cara lo que piensa, piensa usted que eso no es posible, que son ocurrencias disparatadas mías. Yo le digo que muchos habitantes de aquí piensan como yo y lo han experimentado y si se queda a vivir con nosotros lo acabará pensando usted igual.

miércoles, 14 de abril de 2010

¿Qué paisaje eres tú?

Autobiografía

Lo primero que recuerdo es una línea azul. Estaba a la izquierda, donde el lago se fundía con el cielo. En aquel punto había una pared de arena, pero no se veía desde donde yo estaba.

A la derecha el lago iba estrechándose hasta convertirse en un río y había una presa y un puente cubierto, algunas casas y una iglesia blanca. Al frente había una pequeña isla rocosa con unos cuantos árboles. A lo largo de las orillas se veían grandes rocas erosionadas y los troncos cortados de árboles enormes, que sobresalían del agua.

Detrás hay una casa, un camino que se adentra en el bosque, el acceso a otro camino que no se veía desde donde yo me encontraba, pero que en cualquier caso estaba allí. Al llegar a un punto el camino se ensanchaba; la avena que en algún distante invierno se había caído de los morrales que llevaban los caballos de los leñadores había germinado y crecido. Allí anidaban halcones.

En una ocasión, en la isla rocosa había un esqueleto de ciervo medio comido, que olía a hierro, olía como cuando se frotan las manos con herrumbre y esta se mezcla con el sudor. Ese olor es el punto en que se disuelve el paisaje, en que deja de ser paisaje y se convierte en otra cosa.


Margaret Atwood
Relatos

domingo, 4 de abril de 2010

El lejano oeste

Acabo de recibir un email, que trata sobre la convocatoria para el próximo partido de fútbol 11 y la lista de los que jugarán o estarán de suplentes. Yo venía jugando de portero, ya que mi tripa grande, mis pulmones oxidados y mis 2.0 dioptrías allí me habían relegado. La verdad que había desempeñado un buen papel en mis intervenciones, con pocos goles encajados y ofreciendo seguridad bajo palos.

Pero en esta nueva convocatoria no estoy convocado. Me he puesto triste en un primer momento, pero luego ya no. Luego me he sentido como descargado de responsabilidades y con un camino más libre para centrarme en lo que de verdad me importa en estos momentos.



Estos días ni he leído ni he visionado. Sólo poker. Poker y sudores fríos y cansancio y losas en la cabeza. Me miro en el espejo. Veo como rasguños o así. Rasguños y borrones.

http://www.youtube.com/watch?v=fny_9ofhANc
(yo estudié en segundo Maquinarias y Motores)