viernes, 27 de septiembre de 2013

Henry Hathaway - Envuelto en la sombra (1946)

Tras despedirme de A. y de I., me tomé un kebab en un bar cerca de la Filmoteca, eran las 9 de la noche y yo estaba triste y nervioso, creo que como casi siempre. Quería un kebab con patatas y coca-cola por 5 euros, pero no tenían patatas, así que me tomé sólo y solo el kebab con la bebida, por 4 euros. El camarero parecía malencarado, respondía a regañadientes y yo pensé que era por mi culpa, que le incomodaba mi presencia, no sé. La tele de la cafetería estaba puesta pero yo me senté mirando a la calle: pasaba gente joven que iban a reunirse con amigos para hacer proyectos de crowfunding o que se dirigían a casas destartaladas de Lavapiés a tomarse unos gintonics y reírse muy fuerte. Lo sé porque me lo decían sus caras curtidas en la noche.

Antes de entrar en la sala, vi en el vestíbulo a Raimundo Amador, rodeado de personas, el se reía a carcajadas y todos estaban muy contentos.

Me metí en la librería del cine. Allí me siento bien, pero el dependiente te saluda cuando entras y pienso que he de comprar algo. No lo hago. Una mujer hacía fotografías con el móvil a las portadas de los libros. Hizo una foto a un ensayo de Deleuze; yo ojeé uno de Eugenio Trías, en el que analizaba a directores y películas. Me pareció muy convencional: Hitchcock, David Lynch, Lang, Kubrick, etc.


Me senté en una butaca de un lateral, en el ala derecha del cine. Si hay sitio siempre opto por esa zona, ni muy cerca ni muy lejos, yo y mis lentillas, yo y mi programación usada. 

La película bien, en VOSE, cine negro, sórdido; la historia de un detective que no sabe por dónde le vienen los tiros, nunca mejor dicho. Personajes con trajes que les quedan como un guante. Mujeres elegantemente vestidas. Fotografía bien cuidada y un malo malísimo. Un 7.

Me arrastré hacia el metro y me tumbé en el sofá. Vi PuntoPelota y apagué la tele.

Las paredes se derretían y yo con ellas. Los pliegues de los cojines del sofá me hacían daño. Pensé o quizás pienso ahora en quemarme los brazos. Peso 105 kilos. Estoy vacío y fracturado. Yo también quisiera habitar un cuerpo bueno. Y no que las calles ardan.


sábado, 21 de septiembre de 2013

Lo del equilibrio no es tan fácil




Ya nunca estás, dame un abrazo, poder gritar, el miedo incontenible, ven, te embadurnaré de pinturas azules o si no quieres, no, qué caras más tristes, sabe y presiente, todo ha cambiado, ya no es como antes, ya no te merezco, no sigo detrás como un perro, si cada vez que vienes te vas, y me hablas de los dos, y yo siento que no estoy, el equilibrio es imposible, no te diré que no, te diré que no, en el fondo creo que hay algo, ella, ya no me imaginas, cazando en las casas, para qué, para qué todo esto, si ya no vienes, no me convences, y yo siento que no voy, el equilibrio es imposible, voy a caer, hace tiempo que perdí el equilibrio, y yo te sigo porque creo que en el fondo hay algo, qué felices, pues vete, ellos son más felices, yo me destruí, con acento en la í, dios, qué caras más tristes, te enfureces, me gusta el crecendo, solo fumo ya cigarros, en mi cerebro hay silencio, todo ha cambiado, es mejor ya lo entiendo ahora, no sigo ya aquí, estuve y no estoy, me abrazas y me hablas de los DOS, que el equilibro es IMPOSIBLE, ohhhh, te arrojas como un trozo de madera astillada y partida, y me hablas y te digo que NO.

Luis Buñuel - Susana (Demonio y carne)

Esta madrugada de insomnio me ha servido para ver en el iphone, ¡¡en el iphone!!, Susana, de Buñuel.
Ya había visto en este mismo dispositivo días antes, Él, del mismo director, el aragonés cabezón.

Es una película sensual y atea, moralista a la inversa. La protagonista me la puso algo dura, en las escenas en que enseña muslos y rodillas, algo que le gustaba mucho a Buñuel, que era bien cerdo, creo.

Esta es de su etapa mejicana. Buñuel director español, que grabó casi toda su obra en Méjico y Francia, (tenemos que hacérnoslo mirar), una especie de Picasso, del que luego los franchutes se apoderan de su obra, grrr, putos gabachos, cómo los amo.

En ocasiones parece una fotonovela, en otras un dramón sudoroso, y en otras no lo sé.

Para mí Buñuel es el mejor director español.

8/10

Fotos:




Carlos Saura - Ana y los lobos (1972)



La vi de 2:00 A.M. a 3:30 P.M.; me comí un helado Cornetto de chocolate y me fumé cinco o seis cigarrillos. Llevaba puesto un pantaloncito rojo del Decathlon y nada más. Me sentía triste pero no tanto como durante el día. Por la noche la depresión es de las pocas enfermedades que remiten.

De Carlos Saura ya había visto: La caza, sobre la personalidad cainita de los españoles y Cría cuervos, análisis de una familia burguesa tardofranquista; con la canción de Jeanette como leitmotiv, no sé si se titula "Por qué te vas" o "Porque te vas" (internet tampoco lo aclara). 

(casi se me caen las lágrimas).

Carlos Saura, de los mejores directores que han parido estas tierras, solo superado por Buñuel, Berlanga y Almodóvar IMO. (esta tríada es un tópico; suelo valerme de ellos).

Geraldine Chaplin no lo hace muy allá, será que era joven y la novia del director. Aunque quizás ese envaramiento que muestra es para darle a su papel un toque de guiri que no se entera de nada y que no entona bien las frases. Me resultó extraño que dijera palabras muy rebuscadas del diccionario cuando es una chica que se supone que no habla bien el español.

La metáfora es clara: la Iglesia, los militares y el sexo reprimido se avalanzan sobre el cuerpo extraño, un cuerpo fresco y foráneo en una España autárquica.

Carlos Saura me gusta mucho, es intelectual, tiene pelos de loco y creo que es hermano del pintor Antonio Saura.


Una vez vi a Geraldine Chaplin cruzando un semáforo de la Gran Vía, ella venía y yo iba, ya mayor ella, arrugada. Llevaba zapatos y andaba como cualquier persona; nadie la miró en aquellos instantes, el abogado iba a reunirse en una cafetería con otro abogado, un joven iba a la FNAC a comprarse un disco de Loquillo, los extranjeros a su bola y los abuelos también. Solo yo me fijé en ella, o quizás no, solo yo vi que era Geraldine, ya vieja.

P.D.: También vi, en otra ocasión, a Fernando Tejero en ese mismo paso de cebra.


miércoles, 14 de agosto de 2013

La ciudad en verano

No sé. Las calles se deshacen y las luces me dejan ciego. Cojo el autobús rumbo a ninguna parte. Las mujeres pasean con tacones y vestidos vaporosos y yo me quedo callado, ahogándome en un cigarro y tocándome la mano con la otra mano y sin saber por qué no muerdo ya el asfalto de la ciudad inhabitada en que me tocó morir.


Los meandros de las dendritas y las neuronas impulsivas se expanden por mi cuello y van a dar a los ojos, unos ojos plastificados que fueron obedientes y que se intentan ahora acomodar a un mundo electrizante que las aurículas y los ventriculos apenas pueden soportar. 

La grasa de la tripa me muerde el estómago y me grita maldades cuando me arrastro a lugares siempre repetidos.

Soy carne humana, cerebro humano y mente humana. Tengo ganas de ser humano y que mi sangre no se escape por las tuberías. Desearía no acabar en las alcantarillas de esta ciudad que grita mi nombre y que yo no logro oír.


jueves, 4 de abril de 2013

1:11 P.M.

 (Número 8 bghahh, Pollock)

La sangre sigue fluyendo desde mis venas hasta los ceniceros. Dios. Santo cielo. Cuando ando, el tambor de la muerte retumba en mis oídos haciéndome recordar los tiempos de guerras que solo dejaron desiertos y cactus en mis neuronas.

Compro en el Carrefour productos de la marca Carrefour y en Mercadona espaguetis de la marca Hacendado y en el Día, mayonesa de la marca blanca. Alimentos baratos y autodigeribles para un alma que no tributa, que duerme entre sábanas llenas de cenizas y de despertadores que suenan a las doce de la mañana y que te recuerdan que la vida es una realidad que es incomprensible para tu cuerpo barato que tan solo vale medio euro, o 20 céntimos o que prefieres regalar o intercambiar por otro nuevo, por un cuerpo sudoroso y con adrenalina que relama los parquets y no simplemente los ensucie con pisadas recurrentes.

Preferiría vivir en Corea del Norte y que me aniquilase Kim Yong-u
n y que me dijesen qué tengo que hacer, que me dirigiesen y me ningunearan y así ser un igual entre iguales autómatas, un robot sin sentimientos, sin sufrimientos y sin motivaciones.

No tengo ganas de ordenar el cajón de los calcetines y los calzoncillos porque nadie va a entrar a ver el cajón mis calcetines ni mis calzoncillos.

Las Coca-Colas matan y los bocadillos de salchichas con pan Bimbo también, y tú no estás y mi cabeza sí, y estoy cansado y la ventana está demasiado cerca del suelo.

Veo una película al día para vivir en otra realidad, donde la gente habla y ríe, y luego poder puntuar en Filmaffinity y sentirme útil por llevar mil películas puntuadas. Tener como objetivo en la vida el puntuar cinco mil películas. Ser un desgraciado. Ser yo y no saberlo.

Tener un perro negro con el pelo manchado de barro reseco dentro del pecho y que no se calle. Ser así. No serlo. Leer y no encontrar respuestas. Morirse. Que en Saturno no haya nadie. Encariñarse con Philip K. Dick y con Robert Mamoulian. No saber el nombre de tus hijos. No desearte porque no te sientas molesta.