jueves, 22 de abril de 2010

Dublín 2.0


Hola, qué tal estás, me gustaría matarte y luego arrancarme la piel de los brazos con las uñas.

Recuerdo cuando me decías que esto no era así, recuerdo que me sonreías, que bailabas al son de una tonadilla de indie-pop, eres una prostituta, ya nunca más te besaré, ya nunca más, eres una cerda y tú también. Esto no es poesía de la experiencia.

Yo caminaba con andares dubitativos, siempre he caminado así, como si el pie no fuera algo seguro, no sé. No me gusta esto. Me prometiste que no pasaba nada. Me lo pusiste en un papel. Lo subrayaste con un rotulador rojo, de punta fina. No te dabas cuenta de que yo estaba llorando. No te dabas cuenta, porque nunca te dabas cuenta de nada. Lloré cuando tú no estabas. Me miré al espejo y vi que nada funcionaba y las lágrimas se deslizaban por ambas mejillas. Me sequé con la manga de la chaqueta y bajé a la calle a pasaear solo por la ciudad. Una ciudad desconocida, donde nadie hablaba mi idioma. Cogía autobuses a ninguna parte para no volver pronto a casa y me metía en los McDonalds que eran baratos y allí me sentaba en una silla y me quedaba quieto durante horas, intentanto no pensar. Cuando iban a echar el cierre me iba a otro sitio, y así siempre. Pero tú no te dabas cuenta. Porque nunca te dabas cuenta de nada y nunca te la darás.

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