jueves, 26 de marzo de 2009

Ya casi no leo libros


últimamente no leo tantos libros, antes devoraba libros. Desde que estoy estudiando filología hispánica no leo tantos libros. tengo que volver a leer libros. así con sus pastas duras, sus pastas amarillas y olor a plástico. Los libros de viejo tienen polvo y sidra y gingivitis de otras gentes. los libros de la fnac y de la casa del libro huelen bien, a nuevo y tú eres el único que los ha tocado, sólo una imprenta, una máquina inhumana y luego tú. alguien pensó algo, lo escribió, lo mandó, se imprimió y luego tú. Tú.

Me gustan los de la editorial Anagrama, son libros cool, underground, indie y de calité. Los grises son los españoles y sudamericanos. Los amarillos son los internacionales. Yo creo que algunos son un poco truños, pero al estar en esa editorial, con ese halo divino, parecen mejores libros y te gustaría besarlos y sobarlos y acostarte con ellos de por vida.


Los de Cátedra también molan, son clasicotes, de los que no puedes decir ni pío. Son viejos honorables que sólo puedes admirar. Los negros son españoles, los blancos son universales, tipo Flaubert y demás.

Y las editoriales minoritarias son extrañas y especiales. Si están bien encuadernados y el texto es de calidad son como especímenes raros. Yo una vez vi uno de Norman Mailer que era sobre los negros y el jazz, sobre el beeboop jazz o algo así. Era muy contracultural, muy anormal, muy raro. Y yo lo amaba y lo despreciaba a partes iguales.



1 comentario:

  1. Y están esos libros de Alfaguara, que ya no se editan, y menos ahora que el papel se mide con las pantallas electrónicas, que puedes encontrar en rastros y librerías de viejo, con tapas de cartón y azul violáceo, donde yo leía a Henry Miller, Marguerite Yourcenar o Michael Ende. Y que huelen a literatura, no importa quién los haya escrito o lo malos que sean, siempre olerán a lo que tendrían que oler todos los libros del mundo.

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